jueves, 24 de abril de 2014

Jóvenes, redes y exclusión social




Según las últimas noticias, los jóvenes que no utilizan redes sociales están en riesgo de exclusión. Es evidente que para el colectivo que abarca edades comprendidas entre los 16 y los 26 años, el uso del móvil y de toda la parafernalia social media forma parte de su día a día. Desde la mensajería instantánea hasta Facebook o Tuenti, cualquier red es un instrumento válido para estos nativos digitales. Quedar para tomarse algo o comentar las últimas novedades de la pandilla son actividades cotidianas que se mueven por Internet como pez en el agua.

Pero como en todo, aquí viene el lado oscuro: según un estudio del CentroReina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, los jóvenes que no tengan acceso a estas  tecnologías de la información y la comunicación (TICS) se sentirían aislados, en riesgo de exclusión y marginación por parte de sus iguales. Evidentemente, es como si tus amigos quedan para tomar un café a una hora determinada en una cafetería y a ti, por cualquier motivo, no te dejan entrar. El grupo sigue su vida mientras tú te quedas al margen.

La brecha digital es algo más problemático de lo que parece. No sólo porque los jóvenes puedan o no cotillear a través del móvil, sino también porque a la hora de acceder a contenido formativo, no tener Internet puede ser un obstáculo a la hora de buscar información relevante para el desarrollo de un estudiante. No contar con la mayor base de datos de la historia puede generar desigualdades entre los que sí puedan desarrollar buenos trabajos o buscar información para  clase y quiénes no. Cuando conoces a gente sin ordenador ni Internet, te das cuenta de lo que significa no estar conectado.

El estudio también habla de los riesgos del uso de las redes y de la temeridad propia de los adolescentes. Es normal, pasa con todo tipo de peligros que existen en la calle y la edad no perdona. Ante todo esto lo que hace falta es mucha información; pero es obvio que cuando a los jóvenes, que se han criado con Internet, la charla se la da un adulto de la edad de sus padres, lo ven como un extraño que pretende enseñarles algo que estos chicos conocen mejor que nadie. En este sentido, las moralinas perjudican. Esas charlas en la que todo es peligroso y si enciendes un ordenador, poco más o menos, que te sale una boca siniestra y te devora, no calan. Como en todo, hace falta sentido común.


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