martes, 4 de julio de 2017

Sobre el voluntariado como experiencia vital y profesional

Durante año y medio fui voluntario en Cruz Roja, concretamente, en un proyecto que lucha contra la brecha digital y en el que, desde hace unos meses, trabajo como técnico. Llegué al voluntariado desorientado, buscando información para un trabajo de campo que utilizaría para mi trabajo fin de máster. Por si os preguntáis, el máster era de análisis de Problemas Sociales y mi TFM versó sobre la brecha digital en la búsqueda de empleo.

El voluntariado desarrolló en mí, sin buscarlo, dos competencias profesionales que, por entonces, no tuve muy en cuenta pero de las que ahora sí soy consciente:
  • ·         Hablar en público.
  • ·         Trabajar con distintos usuarios cuyas problemáticas son diversas.

 También me permitió conocer contactos profesionales gracias a multitud de charlas que di (esto, más que una competencia, es una consecuencia). Evidentemente, las Soft Skills son las que más se desarrollan con este tipo de actividades, capacidades cada vez más importantes. 

Mi labor como voluntario era ayudar a que las personas adquirieran determinadas competencias relacionadas con las TIC a través de lo que conocemos como acompañamientos (grupos reducidos en los que cada usuario dispone de un dispositivo u ordenador) o  a través de jornadas-charlas (grupos más numerosos). Enseñaba un poco de todo: desde buscar empleo a través de Internet hasta aprender a realizar determinados trámites, ya sea solicitar una vida laboral o conseguir el certificado digital. Trabajar con tantos usuarios, entre dos y cuatro horas a la semana, no me suponía un esfuerzo sobrehumano, y, además, la retroalimentación era fascinante, porque la información que adquiría para mi trabajo era increíble. Asimismo, había otro matiz importante: el agradecimiento de las personas. 

Es posible que en una sociedad donde parece que si no cobramos hasta por ir el váter, el altruismo forme parte de aquellas actividades románticas que todo el mundo rehúye hacer. Es una lástima, porque puede ser muy útil para la vida profesional y personal de cualquiera.

Cuando aprendes a hacer algo que te gusta y te das cuenta de que ayudas a alguien, tomas conciencia de que eres capaz de cambiar, aunque sea levemente, la vida de una persona. Si atiendes a cien usuarios y diez, gracias a ti, encuentran trabajo o resuelven un problema o hacen de su vida un sitio más fácil, ¿no habrán merecido la pena esas dos horas semanales en las que a veces no sabemos qué hacer? En fin, fue mi filosofía, y la sigue siendo. De hecho, parte de la motivación que me lleva a mantener este blog es esa: aportar mi grano de arena para ayudar a gente, de la misma forma que hay personas que me ayudan creando tantísimo contenido que dejan desinteresadamente en la red. Si te apasiona el conocimiento, compartirlo es un acto necesario y muy satisfactorio. A veces, incluso revolucionario.


En ocasiones hablo con gente sobre la falta de experiencia laboral o sobre la falta de formación o sobre la falta de motivación o de misión en la vida. Siempre les aconsejo dos cosas: hacerse un blog y probar con el voluntariado. 

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